domingo, 8 de agosto de 2010

DEL NUMERO PERDIDO

Existe un número entre el tres y el cuatro. Millones, dirá el avezado lector pensando en los inconcebibles irracionales o en los ya casi cotidianos reales. La novedad, la asombrosa novedad es que este número es un entero. Un puro y simple entero, uno de esos dígitos de nuestra infancia, aprendidos en salas de clases con olor a lápices nuevos, esos números inefables que nos dieron el acceso a la armonía del universo, aquellos con los que solíamos contar.

La primera noticia sobre este número proviene de un matemático árabe del siglo XII, su nombre lo diluyeron los siglos o el oprobio, lo habría encontrado por error al efectuar un simple cálculo de la raíz cuadrada del 617, le quedo como la exacta cifra residual.

Estaba en el oasis de Getnarem, formaba parte de una caravana de científicos árabes que iba camino a Córdoba para mostrar a los hermanos expatriados los avances en las ciencias obtenidos en las aulas mas sagradas del reino. Se habían detenido a descansar del ardor desesperante del sol del Sájara y quiso mostrar a sus colegas, a la sombra siempre grata de los datileros, su último descubrimiento sobre las raíces cuadradas de los números primos. Trazaba en la fina arena con su alfanje de plata cristalizada los símbolos centenarios de sus números, aquellos que toda civilización debe a su raza. Eligió el 617 por que era un primo que contenía dos veces el siete, número que en la numerología de su aldea en Jartum representaba al Profeta.

Cuando la filosa punta terminó de dibujar el trazo cruzado del símbolo desconocido, de sus doctos colegas surgió un murmullo de asombro, azorado lanzo una exclamación de desagrado y sin pensar arrastro bruscamente la hoja bruñida sobre la milenaria arena borrando la operación equivocada. Molesto rehizo con lentitud y seguridad el cálculo y esta vez logro demostrar limpiamente su tesis. El número asombroso se había perdido.

Halim Al Serif que relata el suceso en su Armonía de la Tolerancia y Humildad de las Cifras Cuadráticas cuenta con sutileza árabe que ese matemático anónimo paso el resto de su vida rehaciendo su cálculo errado, buscando entre ahora pensados errores el grafo recóndito que un impensado error le había mostrado. La locura dice Halim fue el castigo de Ala para su desaforada proeza, tocar el arcano secreto de los números escondidos. Sabido es, nos recuerda, que dichos números solo son visibles a los ángeles y a los profetas.

Georg Kantor algo supo de esto, Louis Du Barelles cree que eso explica su aplicación desproporcionada en la definición de los enteros positivos, si el lector revisa esa tediosa definición encontrará mas limitaciones que lo usual para definir un simple conjunto que apenas sirve para contar porotos.

De los diez dígitos arábigos, cinco son hechos de sensuales curvas, tres hechos de agresivas rectas y ángulos, y solo dos construidos de curvas y rectas. La simetría del universo quiere que estos últimos sean especulares. Me pregunto que forma tendrá el numero perdido, solo sabemos que es plano, trazable con un alfanje en la arena.

Tal vez la geometría de la luz de las estrellas, esa curva mínima que hace su luz al cruzar la cercanía gravitatoria del sol sea explicable de forma mas humana por este numero extraviado, quizás ese numero sea las veces exactas en que el diámetro cabe en su propia circunferencia, habrá un planeta invisible para los no creyentes, entre la Tierra y Marte, y un objeto cabalístico entre el Triángulo, figura emblemática de la geometría euclidiana y el Tetragrámaton, el nombre oculto del dios hebreo, existirá un polígono inimaginable en el cual la suma de sus lados será mayor que tres pero menor que cuatro. Las posibilidades como se ve son infinitas, irán desde conjeturas practicas, de primera aproximación nos faltaría un dedo, hasta trágicas realidades de desmesuradas consecuencias, al dar el diezmo estaremos inocentemente ganando el infierno ya que, sin saber como, le estaremos robando a YAVE una parte. Tristemente los constructores de puentes, los apáticos contadores, tal vez algunos matemáticos, habrán derrochado sus mejores años en la falacia de un universo decimal e inexistente. Sus arduas noches habrán sido en vano, perdidas para siempre estarán las mujeres que despreciaron por el juego evanescente de un álgebra engañosa.

Oj Ala, el Misericordioso, se apiade de los hombres y no conozcamos nunca este dígito inverosímil, porque si es su voluntad darnos acceso al misterio, contar porotos ya no será tan simple.

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