jueves, 16 de septiembre de 2010

LA VISITA

No necesité abrir los ojos para saber que era ella. Sentí su mano recorrer con suavidad el perfil de mi rostro. Levantó mi cabeza acercándola a su pecho como con ternura, y por unos instantes la acarició. Entendí agradecido que era el fin, y que iba a ser como siempre quise, de noche, durante el sueño y sin dolor.

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