viernes, 23 de julio de 2010

NOVA TERRA MINERALICA

El Norte Grande No Altiplanico, Arica no mas al sur de Chañaral, posee las particularidades de un país distinto, es como un archipiélago formado por las ciudades-islas que contiene. Lo define su extraña geografía de vastas y calcinadas pampas, estrechas costas, acantilados formidables e inhóspitas cordilleras. Los paisajes y la cultura de la puna no le pertenecen, no son parte de esta línea de islas rodeadas de desierto y mar, Chañaral, Taltal, Antofagasta, Iquique, Arica, y de las otras que alguna vez fueron, Pisagua, Cobija, Coloso, habrán otras que olvido o desconozco.

Sus habitantes sienten el aislamiento, la intensa soledad del desierto mas seco del planeta, la infinitud del mar con sus roqueríos lunares y las áridas playas. Los hombres mismos que lo habitan son ajenos, recién llegados, hablan otros idiomas o un castellano con acentos diversos, provienen de lugares, países o continentes distintos. La mayoría esta solo de paso, lo saben y lo sienten. Incluso aquellos que sienten sus raíces más profundamente enterradas en estos desiertos nortinos, tienen su origen en algún abuelo que llego, embarcado o enganchado, hace no más de dos o tres generaciones. Descontando los escasos changos nómades que vivían de aguada en aguada, estos lugares hace unos pocos siglos estaba deshabitado.

Su historia es leve, con héroes de paso y batallas ajenas, entre los que venían del norte y los que venían del sur, sus ruinas prehistóricas son conchales de changos que aparecen o desaparecen según el ritmo de los vientos, y entierros de visitantes del altiplano.

La minería y la pesca son las únicas ocupaciones que directa o indirectamente sus habitantes han realizado. Es como si se hubiera colonizado un nuevo planeta, lejano, solitario, con un objetivo único, extraer sus peces y sus minerales para cambiarlos por alimentos que les permitan continuar extrayendo sus minerales y sus peces. Lo queramos o no, es un destino triste y efímero.

Cabe preguntarse entonces si estos hombres no debieron haber generado su propia filosofía, sus propios mitos, su arte y su historia. La nostalgia de los lugares de origen, las duras faenas de sacar riquezas de los cerros y cardúmenes del mar, la cercana historia de guerra y conflictos sociales, la soledad de tener al frente un desierto azul y atrás un desierto ocre, el saberse de paso como en un exilio, a veces dorado pero siempre exilio, deberían llevar inevitablemente a un idioma propio, distintivo, que asuma con orgullo su rareza y su identidad.

Un lenguaje con sus propias significancías, esa pampa no es la pampa de pastizales y ganado, esos ríos no son los ríos caudalosos del sur lluvioso, ese trópico no detenta un ámbito tropical de guacamayos o palmeras. Cada objeto de este paisaje es un objeto nuevo, distinto y único.

Aquí las flores son de papel y el verde de los cerros es cobre, pertenecen a una botánica distinta. Los guajaches, los jotes, las garumas, (el gorrión también viene llegando), algún zorro, los lagartos de la Chimba o los pocos guanacos de Paposo constituyen su zoología general. La entomología se restringe a la polilla y el hormigón. En este mar habitan unicornios. Solo un diccionario propio puede definir las palabras Apir, Oficina o Cachucho.

Falta entonces la descripción ordenada y sistemática de este universo, de esta Nova Terra Mineralica, con su geografía elemental, la imaginería de sus héroes, y su extraña historia natural. La ardua construcción de esta Enciclopedia Necesaria, sabemos, es ya territorio del arte.

Pero estas artes deben evitar el charro colorido de lo folclórico y lo anecdótico, evitar lo que ya escribieron los turistas momentáneos del sur, evitar los lugares comunes de la sociología trágica y recurrente que se heredo del salitre, el típico cuento del pirquen con su venero de oro perdido y la amable postal de los pescadores en el alba.

Sin pena ni miedo, hay que lograr que sus habitantes asuman sus auténticos y dispersos orígenes, sus grandezas y sus limitaciones, para que las futuras generaciones que la habiten, enfrentadas en su hora a su propia gloria o tragedia, reconozcan asombradas los motivos que justifican su presencia y sus mitos.

viernes, 9 de julio de 2010

LO IMAGINADO Y LO VIVIDO

A Francisco Townsend, amigo de bohemias, viajes y misteriosas aguas subterráneas.


Hace ya más de dos años leí al pasar en la Revista del Sábado del diario El Mercurio (5 de marzo de 2008) una cita del prologo que escribió Juan Villoro para Trilogía de la Memoria de Sergio Pitol; “Lo leído, lo imaginado, lo vivido y lo soñado pertenecen a una experiencia común: el recuerdo que ilumina. No se rememora lo que ya se conoce, la evocación es una búsqueda. A los recuerdos no se los puede dominar, y siempre será mejor asomarse a una ventana que a un espejo.”. Me gustó literariamente la ultima frase, asomarse a una ventana o a un espejo, y me interesó el tema de la confrontación entre lo vivido y lo imaginado, y quise comprobar a través de esas dos palabras algo que me viene dando vueltas desde hace mucho tiempo, el que ya todo esta escrito, como fondo, no aún como forma. Para ello busqué los diez primeros resultados de googlear [imaginado vivido], de un total de aproximadamente cuatrocientas catorce mil entradas. He aquí el resultado de editar (hilar, hilvanar, copy-paste, etc.), sin (o con mínimas en un par de casos) modificaciones esos diez párrafos iniciales, y ni siquiera cambiando el orden de aparición en Google.

En la memoria personal se enreda lo vivido, lo percibido y lo imaginado. Vivido, percibido e imaginado se entrecruzan. De esta manera, este pasado que tiene que ser articulado para transformarse en memoria, solicita anclas materiales en la post-modernidad –o significantes materiales- para auxiliar su construcción de sentido. Desde entonces han cambiado las cosas; y además, esta noche, lo que hago no tiene fronteras claras entre lo imaginado y lo vivido. Sólo un espacio imaginado y vivido puede ser habitado. Sólo un espacio vivencial total como el poético puede ser recuperado para un habitar pleno. Hablando sobre la realidad y otras fantasías, me pregunto si es mas "real" lo vivido, que lo soñado o que lo imaginado… Es más ¿acaso es diferente? ¿es que lo que sueñas no lo vives, no es una experiencia? y lo que lees, lo que imaginas…¿dónde está la línea que separa lo que es "real" de lo que no lo es? ¿no será que estamos atrapados en conceptos temporales y espaciales que nos encasillan y no nos dejan movernos en libertad? ¿quién puede aseverar que lo que imaginamos y lo que soñamos no forma parte de nuestro ser esencial? La realidad es una experiencia personal -interna y externa- y que no tiene una fórmula aplicable a todos por igual. El mismo paisaje puede despertar en diferentes observadores sentimientos diferentes e incluso contrapuestos y/o contradictorios… ¿cuál es más real?. Hace un tiempo hice una pregunta en un foro sobre si se puede escribir sobre algo que no se ha vivido o sentido, he tenido respuestas muy interesantes debo admitirlo, algunos apoyan el hecho de que no se puede escribir sobre lo que no se ha vivido, que no sería sincero, otros que sí se puede escribir sobre lo que no se ha experimentado y han citado libros y autores que confirman esta versión. Hace unos días estuve leyendo un libro sobre teoría literaria y hablaba respecto a que la literatura no dice la verdad, pero que tampoco miente, sino que solo te cuenta o narra o expresa posibilidades, cosas que si bien no son ciertas no significa que no pudieran serlo. Creo que sí se puede entonces escribir sobre lo que no se ha vivido partiendo de una idea que en un inicio parece odiosa: los poemas y textos literarios no pueden partir de quien las escribe al menos no del sujeto social sino de un yo poético interno que manipula la realidad y miente sin mentir y dice la verdad sin decirla puesto que no hay verdades o mentiras en un texto literario solo posibilidades de las que se vale el escritor para crear. El cerebro es capaz de inventar recuerdos de hechos que nunca ocurrieron. La imaginación puede llegar a adquirir en nuestra memoria tanta fuerza como las experiencias reales. Las zonas del cerebro que utilizamos para percibir o imaginar objetos se superponen de tal forma que un hecho únicamente imaginado puede dejar en nuestra memoria la misma marca que un hecho realmente ocurrido. Esta constatación permite que nos resulte difícil, pasado algún tiempo, determinar si nos hemos imaginado alguna situación determinada o si, por el contrario, la hemos vivido realmente. A partir de un estímulo cualquiera la mente rescata a través de la memoria experiencias extintas. Toda sensación, sentimiento o hecho profundamente vivido no es algo aislado, sino la apertura de un proceso al que el recuerdo, a lo largo del tiempo, irá añadiendo sentidos y significaciones según se den nuevas experiencias. La prodigiosa aventura de escribir rehace perpetuamente lo que su gran enemigo y proveedor, el tiempo, va destruyendo. Pero es que justamente para contar eso, lo que nos ocurre, nunca basta con haberlo vivido, ni siquiera con saber observarlo, ni saber explicarlo, ni siquiera con entenderlo, sino que además hay que imaginarlo, y una vez imaginado lo real y vivido, lo mirado y oído, lo descartado y conocido, lo omitido y perdido, quizá sea sólo entonces cuando podamos empezar a contárselo y a hacérselo creer a los demás. Sin embargo, para respetar en sentido estricto la fórmula de Marx, tales contextos no son más que el resultado de las acciones de los sujetos en el mundo de lo sensible, lo vivido, imaginado y experimentado, contienen su esencia pero no la revelan (función de ocultamiento y disimulo que opera a nivel de la ideología) sino por los modelos infraestructurales que, en última instancia, nos hacemos a partir de ellos. ¿Qué sueña un ser de ficción como una sirena? Es evidente que una sirena soñará sobre todo consigo misma como sucede en todos los sueños. Ellos -los sueños- tienen una doble narración: una que la dota de continuidad, el Yo, soñamos sobre todo en cosas que hemos vivido o hemos creído vivir, también en aquello que hubiéramos querido vivir, pero en cualquier caso soñamos en nosotros mismos, en nuestra propia subjetividad, en aquello vivido o imaginado. Además de este marco de referencia o encuadre que llamamos Yo cuando soñamos mezclamos elementos que no necesariamente hemos vivido y que pertenecen a otros registros de lo imaginario, no solamente recuerdos sino también imposibilidades fácticas, irrealidades y a veces absurdos en una mezcla que combina ambos elementos como en una narración extraordinaria sin tiempo cronológico pero vivida desde el dramatismo de lo real: los sueños son verdaderos a pesar de ser mentiras. En suma, palabra literaria y existencia humana se parecen, se aluden. Y ambas tienen en la memoria del escritor un esencial nexo común. La memoria que recuerda, con lucidez, inteligencia y sensibilidad particulares, se encarga de dibujar los significados de la experiencia conocida. La memoria construye a su manera. Ella ordena, une, diversifica, borra, altera, rescribe. Pero la memoria puede confundir lo que nos ha sucedido con eso que alguna vez imaginamos, soñamos o leímos. El recuerdo puede hacer coincidir lo que efectivamente pasó con lo que sucedió sólo en nuestra imaginación o lo que sucedió a otros y éstos nos contaron. En el caso de Borges, y expresado por él, lo leído puede ser muchas veces más importante –y por lo tanto más recordable– que lo vivido. Lecturas, hechos reales, la anécdota de lo verdadero a la zaga de lo imaginado o soñado: en Borges todo pareció ir encontrándose en una escritura que describía el testimoniarse de un hombre desde sus sueños y vivencias, desde sus asombros y pensamientos, desde su erudición y fantasía. En sus palabras; “la personalidad de los seres humanos está, esencialmente, hecha de momentos, y, como ellos, es algo cambiante, contradictorio, puntual. No existe nada capaz de definir a un individuo para siempre, porque cada quien es, en esa construcción peculiar que el día a día le ha hecho ser, apenas una edificación parcial reflejo de las circunstancias vividas”. Vale.



Fuentes.-

(1) http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1851-17322006000300005&lng=pt&nrm=iso

(2) http://www.capitanalatriste.com/escritor.html?s=cementerio/ce_caza_narco

(3) www.konvergencias.net/perezlopez141.pdf

(4) http://www.elrincondelhaiku.org/foros/viewtopic.php?t=854

(5) http://www.forojovenes.com/literatura/aun-sigo-con-la-duda-me-gustaria-mas-respuestas-1186.html

(6) http://www.tendencias21.net/El-cerebro-es-capaz-de-inventar-recuerdos-de-hechos-que-nunca-ocurrieron_a437.html

(7) http://www.ctv.es/USERS/borobar/entrevista.htm

(8) http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-73562006000100012&lng=e&nrm=iso&tlng=e

(9) http://carmesi.wordpress.com/page/2/

(10) http://www.sololiteratura.com/bor/borperfiles.htm


Nota del Autor.- Como mis escasísimos lectores habrán notado en el ultimo de los párrafos se cita a Borges, confirmando lo que escribí (*) hace poco mas de dos años: “¿Porque siempre que exploro con la humilde sabiduría del que sabe que no sabe algún laberinto literario me encuentro ahí, en su centro, al viejo poeta ciego?, ¿será él el Minotauro que resguarda el texto total [1] en el centro mismo de la Biblioteca [2]?”.


* Confusas Divagaciones Intertextuales, en PARADOXAS N° CXXIV, 2 de Junio de 2008.


Notas bibliograficas de la Nota del Autor.-

[1]

También sabemos de otra superstición de aquel tiempo: la del Hombre del Libro. En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios. En el lenguaje de esta zona persisten aún vestigios del culto de ese funcionario remoto. Muchos peregrinaron en busca de Él. Durante un siglo fatigaron en vano los más diversos rumbos. ¿Cómo localizar el venerado hexágono secreto que lo hospedaba? Alguien propuso un método regresivo: Para localizar el libro A, consultar previamente un libro B que indique el sitio de A; para localizar el libro B, consultar previamente un libro C, y así hasta lo infinito... En aventuras de ésas, he prodigado y consumido mis años. No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total; ruego a los dioses ignorados que un hombre - ¡uno solo, aunque sea, hace miles de años! - lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique.

LA BIBLIOTECA DE BABEL, Jorge Luis Borges, 1949

[2]

Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción. Hablan (lo sé) de «la Biblioteca febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira». Esas palabras que no sólo denuncian el desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamente prueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia. En efecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto. Inútil observar que el mejor volumen de los muchos hexágonos que administro se titula «Trueno peinado», y otro «El calambre de yeso» y otro «Axaxaxas mlo». Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda son capaces de una justificación criptográfica o alegórica; esa justificación es verbal y, ex hypothesi, ya figura en la Biblioteca. No puedo combinar unos caracteres dhcmrlchtdj que la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido. Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios. Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil y palabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cinco anaqueles de uno de los incontables hexágonos, y también su refutación. (Un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admite la correcta definición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales, pero biblioteca es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y las siete palabras que la definen tienen otro valor. Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?).

LA BIBLIOTECA DE BABEL, Jorge Luis Borges, 1949

sábado, 3 de julio de 2010

BREVISIMO Y COMPLETISIMO ATLAS ENCICLOPEDICO UNIVERSAL

La biblioteca tenía una sola habitación, era cuadrada y de no más de diez pies por lado, y todas las paredes estaban cubiertas de anaqueles con libros de diversos tamaños y todos los lomos eran de distintos colores. Estuve encerrado en ella las veinte horas del Carnaval de Oruro, mientras afuera las diabladas de Caporales, Morenadas, Suri-Sicuris, llameradas, kullawadas, Waca-Wacas, Pujllayes, Tinkus, y Tobas, recorrían la ciudad acompañadas de bandas musicales en medio del tumulto y la algarabía de los cientos y cientos de celebrantes. Fui revisando ordenadamente cada libro desde los que estaban en el primer anaquel a la derecha de la puerta, hasta los que estaban en el anaquel de la izquierda. De los más de cinco mil volúmenes solo encontré cinco que tenían algo escrito, los otros estaban en blanco. En los lomos de aquellos de leía en letras doradas Theatrum Orbis Terrarum y un numero romano del I al V, y en la base del lomo alguien había pintado una pequeña franja blanca y escrito a mano con tinta china dos palabras; Textos Esenciales. La lectura de ellos me recordó lo que escribió Borges acerca de “cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (1) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas.", pero creo que estos textos son mas completos. Transcribo a continuación mí, de seguro mala, traducción que aquellos intensos volúmenes.


Volumen I.- LAS REGIONES DEL PODER

Fue como penetrar en el ámbito de otra época, porque el aire era más tenue en los pozos de escombros de la vasta guarida del poder, y el silencio era más antiguo, y las cosas eran arduamente visibles en la luz decrépita. A lo largo del primer patio, cuyas baldosas habían cedido a la presión subterránea de la maleza, vimos el retén en desorden de la guardia fugitiva, las armas abandonadas en los armarios, el largo mesón de tablones bastos con los platos de sobras del almuerzo dominical interrumpido por el pánico, vimos el galpón en penumbra donde estuvieron las oficinas civiles, los hongos de colores y los lirios pálidos entre los memoriales sin resolver cuyo curso ordinario había sido más lento que las vidas más áridas, vimos en el centro del patio la alberca bautismal donde fueron cristianizadas con sacramentos marciales más de cinco generaciones, vimos en el fondo la antigua caballeriza de los virreyes transformada en cochera, y vimos entre las camelias y las mariposas la berlina de los tiempos del ruido, el furgón de la peste, la carroza del año del cometa, el coche fúnebre del progreso dentro del orden, la limusina sonámbula del primer siglo de paz, todos en buen estado bajo la telaraña polvorienta y todos pintados con los colores de la bandera. En el patio siguiente, detrás de una verja de hierro, estaban los rosales nevados de polvo lunar a cuya sombra dormían los leprosos en los tiempos grandes de la casa, y habían proliferado tanto en el abandono que apenas si quedaba un resquicio sin olor en aquel aire de rosas revuelto con la pestilencia que nos llegaba del fondo del jardín y el tufo de gallinero y la hedentina de boñigas y fermentos de orines de vacas y soldados de la basílica colonial convertida en establo de ordeño. Abriéndonos paso a través del matorral asfixiante vimos la galería de arcadas con tiestos de claveles y frondas de astromelias y trinitarias donde estuvieron las barracas de las concubinas, y por la variedad de los residuos domésticos y la cantidad de las máquinas de coser nos pareció posible que allí hubieran vivido más de mil mujeres con sus recuas de sietemesinos, vimos el desorden de guerra de las cocinas, la ropa podrida al sol en las albercas de lavar, la sentina abierta del cagadero común de concubinas y soldados, y vimos en el fondo los sauces babilónicos que habían sido transportados vivos desde el Asia Menor en gigantescos invernaderos de mar, con su propio suelo, su savia y su llovizna, y al fondo de los sauces vimos la casa civil, inmensa y triste, por cuyas celosías desportilladas seguían metiéndose los gallinazos. No tuvimos que forzar la entrada, como habíamos pensado, pues la puerta central pareció abrirse al solo impulso de la voz, de modo que subimos a la planta principal por una escalera de piedra viva cuyas alfombras de ópera habían sido trituradas por las pezuñas de las vacas, y desde el primer vestíbulo hasta los dormitorios privados vimos las oficinas y las salas oficiales en ruinas por donde andaban las vacas impávidas comiéndose las cortinas de terciopelo y mordisqueando el raso de los sillones, vimos cuadros heroicos de santos y militares tirados por el suelo entre muebles rotos y plastas recientes de boñiga de vaca, vimos un comedor comido por las vacas, la sala de música profanada por estropicios de vacas, las mesitas de dominó destruidas y las praderas de las mesas de billar esquilmadas por las vacas, vimos abandonada en un rincón la máquina del viento, la que falsificaba cualquier fenómeno de los cuatro cuadrantes de la rosa náutica para que la gente de la casa soportara la nostalgia del mar que se fue, vimos jaulas de pájaros colgadas por todas partes y todavía cubiertas con los trapos de dormir de alguna noche de la semana anterior, y vimos por las ventanas numerosas el extenso animal dormido de la ciudad todavía inocente del lunes histórico que empezaba a vivir, y más allá de la ciudad, hasta el horizonte, vimos los cráteres muertos de ásperas cenizas de luna de la llanura sin término donde había estado el mar.


Volumen II.- LAS CIUDADES DEL ORBE

...Recién llegado y sin saber nada de las lenguas del Levante, Marco Polo no podía expresarse sino extrayendo objetos de sus maletas: tambores, pescado salado, collares de colmillos de jabalí, y señalándolos con gestos, saltos, gritos de maravilla o de horror, o imitando el aullido del chacal y el grito del búho.

No siempre las conexiones entre un elemento y otro del relato eran evidentes para el emperador; los objetos podían querer decir cosas diferentes: un carcaj lleno de flechas indicaba ya la proximidad de una guerra, ya la abundancia de caza, ya una armería; una clepsidra podía significar el tiempo que pasa o que ha pasado, o bien la arena, o un taller donde se fabrican clepsidras.

Pero lo que hacía precioso para Kublai todo hecho o noticia referidos por su inarticulado informador era el espacio que quedaba en torno, un vacío no colmado de palabras.

Las descripciones de ciudades visitadas por Marco Polo tenían esta virtud: que se podía dar vueltas con el pensamiento en medio de ellas, perderse, detenerse a tomar el fresco, o escapar corriendo. Con el paso del tiempo, en los relatos de Marco las palabras fueron sustituyendo los objetos y los gestos: primero exclamaciones, nombres aislados, verbos a secas, después giros de frase, discursos ramificados y frondosos, metáforas y tropos. El extranjero había aprendido a hablar la lengua del emperador, o el emperador a entender la lengua del extranjero.

Pero se hubiera dicho que la comunicación entre ellos era menos feliz que antes; es cierto que las palabras servían mejor que los objetos y los gestos para catalogar las cosas más importantes de cada provincia y ciudad: monumentos, mercados, trajes, fauna y flora; sin embargo, cuando Polo empezaba a decir cómo debía ser la vida en aquellos lugares, día por día, noche tras noche, le faltaban las palabras, y poco a poco volvía a recurrir a gestos, a muecas, a miradas.

Así, para cada ciudad, a las noticias fundamentales enunciadas con vocablos precisos, hacía seguir un comentario mudo, alzando las manos de palma, de dorso o de canto, en movimientos rectos u oblicuos, espasmódicos o lentos. Una nueva especie de diálogo se estableció entre ambos: las blancas manos del Gran Kan, cargadas de anillos, respondía con movimientos compuestos a aquellas ágiles y nudosas del mercader. Al crecer el entendimiento entre ambos, las manos empezaron a asumir actitudes estables que correspondían cada una a un movimiento del ánimo en su alternancia y repetición. Y mientras el vocabulario de las cosas se renovaba con los muestrarios de las mercancías, el repertorio de los comentarios mudos tendía a cerrarse y a fijarse. Hasta el placer de recurrir a ellos disminuía en ambos; en sus conversaciones permanecían la mayor parte del tiempo callados e inmóviles.


Volumen III.- EL ORBE DE LA TIERRA

En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.

Sentí infinita veneración, infinita lástima.


Volumen IV.- LA COSMOGONIA UNIVERSAL

Entonces ocurrió lo que no puedo olvidar ni comunicar. Ocurrió la unión con la divinidad, con el universo (no sé si estas palabras difieren). El éxtasis no repite sus símbolos: hay quien ha visto a Dios en un resplandor, hay quien lo ha percibido en una espada o en los círculos de una rosa. Yo vi una Rueda altísima, que no estaba delante de mis ojos, ni detrás, ni a los lados, sino en todas partes, a un tiempo. Esa Rueda estaba hecha de agua, pero también de fuego, y era (aunque se veía el borde) infinita. Entretejidas, la formaban todas las cosas que serán, que son y que fueron, y yo era una de las hebras de esa trama total, y Pedro de Alvarado, que me dio tormento, era otra. Ahí estaban las causas y los efectos, y me bastaba ver esa Rueda para entenderlo todo, sin fin. ¡Oh dicha de entender, mayor que la de imaginar o la de sentir! Vi el universo y vi los íntimos designios del universo. Vi los orígenes que narra el Libro del Común. Vi las montañas que surgieron del agua, vi los primeros hombres de palo, vi las tinajas que se volvieron contra los hombres, vi los perros que les destrozaron las caras. Vi el dios sin cara que hay detrás de los dioses. Vi infinitos procesos que formaban una sola felicidad, y, entendiéndolo todo, alcancé también a entender la escriturad del tigre.


Volumen V.- LA ENCICLOPEDIA TOTAL

Desde ahí contempló la hormigueante inmensidad del universo: todas las piedras, todas las plantas, todos los árboles, todos los animales, todos los hombres, con sus colores, sus pasiones, sus instrumentos, y la historia de esas cosas diversas, y su nacimiento, y sus enfermedades, y su muerte. Y entre la muerte total y necesaria, percibió claramente la muerte única de la africana, y lloró.



Notas bibliograficas.-

Títulos de los mapas:

I El otoño del patriarca.

II Las Ciudades Invisibles.

III El Aleph

IV La escritura del dios.

V Vidas imaginarias.

Cosmógrafos e enciclopedistas.

I Gabriel García Márquez

II Italo Calvino

III Jorge Luis Borges

IV José Luis Borges

V Marcel Schwob

Anaqueles:

I http://www.iesmigueldecervantes.com/publica/biblioteca/el_otono_del_patriarca_garcia_marquez.pdf

II

http://www.ddooss.org/libros/ciudades_invisibles_Italo_Calvino.pdf

III

http://www.hacer.org/pdf/aleph.pdf

IV

http://www.mundolatino.org/cultura/borges/borges_5.htm

V

Incluido en: http://www.portalplanetasedna.com.ar/libros_borges1.htm


Solo como bibliotecario y escriba: F.S.R.Banda, mismo


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